La dieta es una parte muy importante del tratamiento contra el cáncer. Tanto durante el proceso de la propia enfermedad como, en los efectos secundarios derivados de los diferentes tratamientos podemos alterar la forma de alimentarnos y, como consecuencia, poder llegar a causarnos desnutrición. Éste estado puede provocar un empeoramiento en nuestro estado de salud.
Mantener un buen estado nutricional y buenos hábitos alimenticios, nos ayuda y favorece durante el desarrollo y el proceso de la enfermedad. Ayuda a tolerar mejor posibles efectos secundarios derivados de tratamientos, aumentar la eficacia de los mismos aplicados y a sentirnos mejor y más saludables, mejorando así nuestra calidad de vida.
Ante determinadas situaciones propias de la enfermedad o por los tratamientos derivados, podemos experimentar diferentes circunstancias relacionadas con la alimentación. Algunas de ellas, por ejemplo, pueden ser: falta de apetito, sensación de saciedad muy rápida o cambios en el olor y el sabor de determinados alimentos.
Para aliviar algunos de estos efectos, existen determinadas acciones que podemos realizar en nuestro día a día como por ejemplo, variar de alimentos y su forma de cocinarlos, comer acompañado, crear un ambiente cálido y relajado, mantener distancia con los olores de la cocina, comer más abundante en las horas de mayor apetito, reposar después de comer…
La dieta constituye una parte muy importante de la terapia. Comer adecuadamente antes, durante y después de los tratamientos ayuda a sentirnos más fuerte, a tolerar mejor el proceso y a mejorar, por tanto, la calidad de vida.
Mantener nuestro estado nutritivo equilibrado y sano, ayuda a sobrellevar mejor los tratamientos y sus posibles efectos secundarios, ayudándonos a tener una mayor sensación de bienestar.